Todo comenzó en 2016, cuando me empezó a interesar el diseño 3D. Aprendí a crear piezas industriales y, con el tiempo, me compré mi primera impresora 3D de filamento. Comencé haciendo piezas de plástico para amigos y conocidos: llaveros, bustos y otros encargos personalizados.

En 2018, un cliente me preguntó si podía hacer prototipos de joyería para luego fundirlos en metal. En ese momento no tenía experiencia en ese campo, pero me lancé al reto. Investigué todo lo que pude y, decidido, me compré una impresora 3D de resina. Tuve que reaprender a diseñar, esta vez con programas específicos para el mundo de la joyería. Y así fue como empecé a crear prototipos y a diseñar joyas.

¿Cómo comenzó nuestra aventura en la microfusión?
Pronto me di cuenta de que muchos de los prototipos que mis clientes llevaban a fundir —alrededor del 75%— salían mal. Después de muchos intentos fallidos, decidimos tomar el control del proceso. Convencí (no sin esfuerzo) a mi mujer y compramos todo lo necesario para fundir las resinas nosotros mismos. Tras muchas pruebas y errores, y experimentando con distintos tipos de resina, conseguimos resultados exitosos. Aunque a veces alguna pieza no sale perfecta, la repetimos sin problema hasta que quede como debe ser.

¿Y los baños electrolíticos?
En 2023 dimos un paso más. Acremon, un taller fundado en 1998 y muy conocido en el sector, estaba a punto de cerrar porque su anterior propietario se jubilaba. Siempre me había sentido muy conectado con el mundo de la joyería, así que, tras pensarlo mucho, decidimos hacernos cargo del negocio. Desde entonces, llevamos ya dos años gestionándolo y ofreciendo servicios de baño electrolítico con el mismo compromiso y dedicación.